El pollo recocido destruye el sabor y la textura de la carne. La carne se vuelve dura porque las moléculas de grasa, proteína y azúcar se fusionan. Esto hace que la carne sea difícil de cortar, masticar y digerir.
La mejor manera de probar si el pollo está cocinado es usar un termómetro de lectura instantánea para verificar la temperatura interna de la carne. Para usar un termómetro de lectura instantánea, perfore la carne en la parte más gruesa sin golpear el hueso, porque el hueso está más caliente que la carne. El pollo que se mantiene a 148 grados Fahrenheit destruye el 99.99 por ciento de la salmonela. A 160 grados Fahrenheit, las proteínas de la carne se despliegan, liberan su humedad y se secan.