La batalla de Stalingrado fue considerada como el punto de inflexión del frente oriental en la Segunda Guerra Mundial a favor de los soviéticos. Antes de la batalla de Stalingrado, la Wehrmacht había estado tomando terreno soviético, y Hitler quería tomar la ciudad por su valor simbólico. La batalla que tuvo lugar en invierno aseguró que las líneas de suministro alemanas se deterioraran.
El ejército alemán tenía entrenamiento y equipo de mayor calidad que el ejército soviético, pero sus soldados no estaban preparados para el invierno ruso. La posición estratégica de Stalingrado cerca del río Volga lo convirtió en un activo valioso, y Stalin envió más de un millón de tropas allí. Ocuparon la ciudad durante seis meses y finalmente expulsaron a los alemanes en enero de 1943, cuando el invierno se tornó demasiado frío para mantener las líneas de suministro. Una falta de comunicación entre la Luftwaffe también evitó que los suministros llegasen al Sexto Ejército, en lugar de permitir que el ejército soviético se reagrupara.
El ejército alemán intentó utilizar su estrategia de blitzkrieg de fuerza rápida y repentina, pero no fue eficaz, en parte debido a la cercanía de un entorno urbano que dificulta la maniobra de los tanques. La pérdida de la Batalla de Stalingrado sacudió la moral de la Wehrmacht y reforzó a los soviéticos hasta el punto de que empezaron a recuperar las tierras que el ejército alemán había ocupado previamente.