La causa principal de la Revolución Mexicana fue la política de la administración de Porfirio Díaz. La administración de Díaz maltrató a los trabajadores rurales y pobres e implementó leyes de tierras impopulares que cedían las tierras de los pequeños agricultores a extranjeros ricos.
Díaz tomó el poder por primera vez en 1876 derrocando a Sebastián Lerdo de Tejada. Rápidamente implementó una política que no permitía que los presidentes cumplieran los mandatos sucesivos, sino que estaba gobernado por un representante, y utilizó al sucesor Manuel González Flores hasta que fuera nuevamente elegible para postularse. En su segundo mandato como presidente, abandonó la política y utilizó una serie de elecciones fraudulentas para mantenerse en el poder hasta 1911.
Aunque Díaz industrializó el país y modernizó su infraestructura, a menudo lo hizo por métodos impopulares y, a veces, brutales. Mantuvo una fuerza policial personal llamada a los rurales para intimidar a los ciudadanos para que votaran por él y aceptaran sus políticas. También reprimió a los medios de comunicación y creó ingresos masivos y desigualdad de tierras, dando como resultado una gran clase permanente de trabajadores sin tierra. Estos trabajadores fueron típicamente maltratados.
Varias rebeliones independientes, incluidas las rebeliones lideradas por Pancho Villa y Francisco I. Madero, eventualmente se unieron como la Revolución Mexicana. Díaz fue presionado para que dimitiera en 1910, y Madero lo sucedió como presidente, marcando el inicio formal de la Revolución Mexicana armada.