Durante la Restauración Meiji, Japón modificó radicalmente su estructura política y se embarcó en un plan de industrialización para ayudarlo a competir con las naciones occidentales. Aunque las reformas causaron cierta oposición violenta, el gobierno alcanzó sus objetivos. A principios del siglo XX.
La Restauración Meiji comenzó en 1867, cuando el shogun, un oficial militar que era el gobernante de facto de Japón, renunció a su cargo y devolvió el poder político efectivo al emperador, una posición que durante siglos había sido principalmente ceremonial. El emperador Meiji y sus asesores emprendieron un ambicioso curso para rehacer Japón social, política y económicamente. Alentados por encuentros humillantes con países occidentales tecnológicamente superiores, el Emperador sabía que tenía que desarrollar la industria japonesa para que pudiera crear equipos militares avanzados y crear un crecimiento económico para financiar nuevas tecnologías. Para alentar a las empresas a innovar, el gobierno financió ferrocarriles y telégrafos, subsidió a empresas privadas y estableció un sistema financiero moderno.
Inspirados por los gobiernos occidentales, los reformistas liberales abogaron por una mayor participación en su sistema político. Para aplacar a estos reformadores, el gobierno produjo una constitución en 1889 que creó un parlamento bicameral, la Dieta. Elegidos a través de una franquicia de votación limitada, los miembros de la Dieta se reunieron por primera vez en 1890. Durante la Restauración Meiji, el sistema educativo también se reformó a lo largo de las líneas occidentales. Conflictos como la Guerra Boshin y varios levantamientos campesinos acompañaron estas reformas, pero el gobierno había reconstruido a Japón como una poderosa potencia industrial, militar y financiera tras la muerte de Meiji en 1912.