Dependiendo del tamaño de la estrella, una explosión de supernova puede dejar atrás una estrella de neutrones, también conocida como púlsar o un agujero negro. Un púlsar es una bola de neutrones extremadamente densa de 10 a 20 millas de diámetro que puede girar más de 700 veces por segundo. Un agujero negro se forma cuando un remanente de supernova es tan masivo que ninguna fuerza de la naturaleza puede detener su colapso.
Los cosmólogos describen un agujero negro como una singularidad, un punto infinitamente pequeño y denso, rodeado por un horizonte de eventos de unos pocos kilómetros de diámetro. Cualquier objeto que cruce el horizonte de eventos de un agujero negro desaparece del universo. La razón es que a una distancia tan cercana, la atracción gravitacional del agujero negro es tan fuerte que la estructura del espacio-tiempo se deforma y nada, ni siquiera la luz, puede escapar.
El tamaño mínimo necesario para que una estrella se colapse en un agujero negro después de una supernova es 3-3.2 masas solares. Esta masa se llama límite de Chandrasekhar en honor del astrofísico que realizó estos cálculos en la década de 1930.
Las estrellas supergigantes explotan en una supernova cuando agotan el suministro de combustible y las formas de hierro en sus núcleos. La explosión resultante es tan intensa que la luz de una supernova puede eclipsar brevemente todas las estrellas en una galaxia entera.