Atenas fue el hogar de Sócrates y de la democracia primitiva. Durante la guerra de Esparta, Sócrates habló con muchas personas y creó simpatías por el estilo de vida espartano, incitando a algunas personas a ir tan lejos como para rebelarse y convertirse en traidores a Atenas.
Sócrates fue visto en dos luces muy diferentes; se lo consideraba tanto un partidario de la democracia debido a su servicio de guerra y su negativa a ejecutar a alguien sin el debido proceso, como un traidor a la democracia debido a las asociaciones que tenía con miembros de los espartanos y el hecho de que permaneció en Atenas, mientras que Los espartanos ocuparon la ciudad. Debido a las opiniones divididas, Sócrates no fue juzgado ni condenado a muerte por sus opiniones sobre la democracia, sino por sus creencias religiosas hacia los dioses.