El sol es la fuente de calor que hace que la Tierra sea habitable. La radiación solar calienta la superficie del planeta durante el día, y la superficie irradia ese calor de nuevo por la noche. La atmósfera de la Tierra atrapa gran parte de esta energía irradiada, reflejándola hacia abajo para mantener el planeta a una temperatura habitable día y noche.
Las atmósferas hacen una enorme diferencia en la cantidad de calor del sol que un planeta puede retener. En la luna, que no tiene atmósfera, las temperaturas pueden alcanzar los 250 grados Fahrenheit en la luz del sol y -250 grados Fahrenheit en la sombra. Este cambio de temperatura extremo es la razón por la cual la NASA tuvo que desarrollar un blindaje protector para sus naves espaciales y trajes espaciales aislados para los astronautas para poder sobrevivir en el espacio. Sin la atmósfera, la temperatura de la Tierra alcanzaría extremos similares, haciéndola inhabitable.
Una atmósfera demasiado pesada también puede ser un problema. Venus está más cerca del sol y tiene una atmósfera aproximadamente 93 veces más densa que la de la Tierra. Esto permite que el planeta atrape mucho más calor del sol, elevando su temperatura promedio a 864 grados Fahrenheit. Esta es en realidad una temperatura promedio más alta que la del planeta Mercurio, que alcanza 788 grados Fahrenheit durante el día y cae a -364 grados Fahrenheit por la noche.