Las arterias tienen paredes mucho más gruesas que otros vasos sanguíneos para resistir la presión arterial más alta que impulsa la sangre oxigenada fuera del corazón. Las arterias también están apoyadas por músculos gruesos y fibras elásticas, a diferencia de las venas capilares, que están sujetos a un nivel mucho más bajo de presión arterial.
Las arterias son los vasos sanguíneos más grandes del cuerpo y deben ser capaces de soportar las tremendas presiones producidas por el corazón. Las arterias se ramifican para convertirse en arteriolas, que son más pequeñas y delgadas, pero que aún pueden soportar una mayor presión que las venas y los capilares. El músculo liso y el tejido conjuntivo resistente que soporta tanto las arterias como las arteriolas les otorgan la fuerza y elasticidad superiores necesarias para resistir oleadas de sangre oxigenada que viaja desde el corazón.
Las paredes arteriales también pueden reducirse con el tiempo o si sufren daños que conducen a la acumulación de colesterol y otras grasas, lo que limita la cantidad de sangre que puede fluir a través de ellas. Las arterias estrechas, endurecidas u oclusivas pueden llevar a muchas afecciones médicas graves y potencialmente mortales, como ataque cardíaco y accidente cerebrovascular. A pesar de sus paredes gruesas, las arterias también pueden romperse, lo que resulta en una condición conocida como aneurisma, que también puede crear una emergencia médica que pone en peligro la vida.