Los años 1750 a 1900 marcaron un gran cambio en Gran Bretaña, con un aumento de la población de más del 260 por ciento y un desplazamiento de las aldeas rurales a las ciudades, con las mejoras correspondientes en el transporte, la industria y las comunicaciones. El historiador Arnold Toynbee argumentó en 1883 que durante este período, Gran Bretaña sufrió una Revolución agrícola e industrial, pero estudiosos más recientes han insistido en que estos cambios fueron más graduales de lo que Toynbee sugirió.
La revolución agrícola comenzó durante el siglo XVII, con diversos desarrollos e innovaciones en la tecnología agrícola que hicieron que la producción de alimentos superara por primera vez el crecimiento de la población. La población de Inglaterra superó los 5,5 millones y liberó mano de obra al tiempo que permitía a las personas mejorar sus niveles de vida, lo que finalmente llevó a la Revolución Industrial.
El aumento de la población provocó un auge en muchas industrias, especialmente en las fábricas textiles que cambiaron de la industria artesanal a un sistema de fábricas. El algodón fue y sigue siendo el cultivo no agrícola más importante. Los nuevos inventos aumentaron masivamente la productividad de los trabajadores, reemplazando eventualmente la necesidad de los humanos de potenciarlos. Se desarrolló un hierro más barato y más fuerte que impactó a todas las principales industrias.
El invento más famoso de la Revolución Industrial fue la máquina de vapor que impulsó el transporte y permitió el crecimiento de fábricas y molinos.