Todas las ciudades-estado griegas antiguas tenían una cultura, religión e idioma comunes. Los extranjeros que no hablaban griego eran considerados bárbaros.
Los antiguos griegos compartían un patrimonio común. A pesar de esto, cada una de las ciudades-estado o "poleis" era una unidad política independiente con sus propias leyes, costumbres, dinero y fuerza militar.
La geografía de Grecia desempeñó un papel clave en el desarrollo de las ciudades-estado. El país estaba rodeado por el mar Mediterráneo y el mar Egeo, lo que proporcionó a los griegos un fácil acceso al agua. Sus regiones montañosas llevaron a la formación de ciudades-estado únicas e independientes. Las ciudades-estado griegas más destacadas fueron Atenas y Esparta.