En la mitología griega, no había un solo dios a cargo de la protección. Más bien, la gente adoraría a una variedad de dioses para asegurar la protección contra diferentes amenazas. La adoración en sí misma era una forma de protegerse del daño.
Por lo general, a cada dios le preocupaban los aspectos positivos y negativos de un área determinada de la vida cotidiana. Una persona en necesidad de protección apeló al dios asociado con el elemento o evento del cual necesitaba protección. Por ejemplo, Artemisa era la diosa encargada de proteger a las mujeres en trabajo de parto, y Poseidón podría brindar protección en un largo viaje por mar.