La malaria afecta los sistemas circulatorios e inmunitarios del cuerpo, de acuerdo con Malaria.com. Lo hace atacando los glóbulos rojos del cuerpo y destruyéndolos.
Una vez infectada por la picadura de un mosquito, una persona puede tener el parásito de la malaria latente en el hígado durante 1 a 4 semanas, a veces más. Luego, el parásito sale del hígado, ingresa al torrente sanguíneo e infecta los glóbulos rojos. A medida que más y más glóbulos rojos son destruidos por el parásito de la malaria, las toxinas comienzan a acumularse a medida que el sistema inmunológico del cuerpo se ve comprometido.
Las personas pueden experimentar fiebre, escalofríos, diarrea, dolores de cabeza, náuseas, vómitos y una sensación general de malestar. La malaria se puede curar, pero si la malaria no se trata, puede llegar a ser muy grave y provocar insuficiencia renal, hemorragias, complicaciones hepáticas graves, shock, coma y muerte.
Hay múltiples tipos de malaria, y cada uno afecta al cuerpo a su manera. Un tipo particular, Plasmodium falciparum, en realidad modifica la superficie de los glóbulos rojos que infecta. Esto hace que los glóbulos rojos infectados se vuelvan pegajosos y comiencen a alojarse en los vasos sanguíneos, obstruyéndolos y, finalmente, cortando el suministro circulatorio de flujo sanguíneo y oxígeno a los órganos principales del cuerpo. Esto significa que numerosos órganos, no solo el hígado y los riñones, pueden verse afectados. Este proceso se denomina secuestro y puede causar graves daños a los órganos. El secuestro puede incluso afectar el cerebro, causando malaria cerebral. Cuando esto sucede, el cerebro no recibe suficiente flujo de sangre y oxígeno. Las personas entran comas, tienen problemas psiquiátricos y hasta pueden morir.