La lluvia ácida tiene muchos efectos secundarios ambientales, pero su impacto se ve en gran medida en las fuentes de agua y el medio ambiente acuático, como lagos, humedales y arroyos, explica National Geographic. La lluvia ácida reduce la alcalinidad, la capacidad del agua para neutralizar el ácido y, por lo tanto, aumenta la acidez del agua, lo que lleva a un ecosistema más débil. El agua ácida también es tóxica para peces, almejas, cangrejos y otros animales acuáticos.
Cuando la lluvia ácida cae sobre los bosques, se lava y disuelve los nutrientes que ayudan a los árboles y plantas a crecer, como el magnesio y el calcio. Libera aluminio que reduce la capacidad de los árboles para absorber el agua. Si bien los árboles no pueden absorber el aluminio natural, la lluvia ácida puede convertirlo en nitrato de aluminio o sulfato de aluminio que puede dañar los árboles. Disminuye las defensas naturales de los árboles y los hace más vulnerables a los daños causados por el clima frío, los insectos, las enfermedades y otros factores de estrés ecológicos. La lluvia ácida también desgasta la capa protectora de las hojas, haciéndolas más susceptibles de dañarse y evitando que hagan la fotosíntesis de manera adecuada.
Aparte de los efectos ambientales, la lluvia ácida también puede causar que los edificios y las estatuas se erosionen más rápidamente, especialmente los de piedra caliza o arenisca, ya que estas rocas se ven fácilmente afectadas por la contaminación del aire y la lluvia ácida.