El hierro permitió la expansión económica durante la Revolución Industrial sirviendo como material de fabricación clave, y a través de su valor en la configuración y construcción de diversos tipos de infraestructura, a saber, puentes. La Revolución Industrial experimentó un crecimiento económico sustancial En muchos sectores de la economía, principalmente en transporte, minería y construcción. El crecimiento económico exponencial requería combustible en forma de materias primas, que principalmente se presentaban en forma de hierro y luego de acero.
Aunque robusto y sólido, el hierro en el siglo XVIII tuvo un uso limitado. Las instalaciones de procesamiento de hierro eran pequeñas y solo manejaban pequeñas cantidades de hierro a la vez, lo que hacía que la producción de hierro fuera limitada y costosa. Antes de la Revolución industrial, el proceso de producción de hierro consistía en combinar y fundir el hierro con otras fuentes de combustible, principalmente carbón vegetal. Sin embargo, el aumento de la actividad económica exigió un mayor consumo de recursos. Como resultado, el número de árboles disponibles para la producción de carbón vegetal disminuyó, lo que llevó a la experimentación con otras fuentes de calefacción. Finalmente, el material sintético de coque resultó ser un buen reemplazo para el carbón. El coque y el hierro, cuando se combinan, producen hierro fundido. Su bajo punto de fusión y su durabilidad dieron al hierro fundido un papel de liderazgo en la ingeniería, donde ayudó a construir infraestructura como edificios y sus componentes, motores de vapor y elementos residenciales, incluidos hornos.