Francia declaró la guerra a Austria, Holanda e Inglaterra poco después de la Revolución Francesa; otras potencias europeas querían sofocar la Revolución francesa y restaurar el poder de la monarquía. Estos países vieron la revolución como una grave amenaza para sus propias monarquías.
La revolución francesa causó un cambio masivo en la política europea. Después de que la monarquía francesa fue derrocada, muchos de los antiguos enemigos de Francia observaron con confusión, preguntándose si sus objetivos serían más útiles para intentar recuperar el poder de sus antiguos enemigos, o simplemente aprovecharse del caos en Francia para defender sus propios reclamos. Austria fue la primera en moverse en 1791, y el Sacro Emperador Romano Leopoldo II declaró su intención de proteger a la familia real de Francia. Francia, a su vez, declaró la guerra a Austria por su negativa a retirarse de las fronteras de Francia.
En el primer año de guerra, Francia tomó varios territorios, incluyendo Cerdeña, así como territorio en los Países Bajos y Alemania. Inglaterra y Holanda, entre otras potencias europeas, exigieron que Francia abandonara sus territorios conquistados. Francia se negó, declarando la guerra en represalia. El conflicto duró casi 10 años y terminó en 1802, lo que llevó a una paz temporal cuando los ingleses y franceses firmaron el Tratado de Amiens.