La formación del suelo implica la acumulación de material parental, la liberación de compuestos simples, la acumulación de materia orgánica, la recolección de humus de plantas muertas y el proceso de lixiviación. Estos procesos conducen a la creación de diferentes capas de suelo llamadas horizontes.
Todos los suelos provienen de un material padre, que es un depósito en la superficie de la Tierra. Los materiales parentales pueden ser roca de fondo o materiales pequeños traídos por vientos fuertes, ríos que fluyen o glaciares en movimiento. Los compuestos simples liberados por la intemperie se convierten en fuentes de alimento para organismos del suelo, como bacterias y hongos. Los restos de los organismos muertos se acumulan en el material original y se convierten en materia orgánica o humus.
El suelo continúa desarrollándose y comienza a soportar formas de vida animal y vegetal superiores, cuya actividad causa cambios en el nivel de humus en el suelo. El material vegetal muerto se acumula en las capas superiores del material padre suelto. El pH del suelo disminuye y se produce la lixiviación, en la que las aguas de filtración eliminan los materiales del suelo.
La precipitación, la materia orgánica y la energía solar contribuyen a aumentar el tamaño del suelo. Algunos de los procesos dañinos que afectan el suelo incluyen la erosión, la lixiviación de nutrientes y la pérdida de agua a través de la transpiración de la planta. Las plantas realizan ciclos de nutrientes y los organismos mezclan el suelo, lo que hace que los materiales del suelo se muevan. Por último, el suelo adquiere nuevos compuestos a partir de material orgánico y rocas erosionadas.