Una campaña bien conocida contra los clorofluorocarbonos en aerosoles en la década de 1970 condujo a la asociación continua del producto químico con los aerosoles. Sin embargo, este problema se resolvió por completo y los aerosoles ya no son una amenaza para la capa de ozono. Sin embargo, todavía no son beneficiosos para el medio ambiente, ya que son uno de los muchos productos que contribuyen al calentamiento global y los problemas de contaminación.
Originalmente, muchos productos en aerosol contenían un químico hecho por el hombre conocido como CFC o Freon, que expulsaba productos de la lata. Los científicos finalmente descubrieron que los CFC agotaban el ozono en la atmósfera, lo que llevó a una campaña altamente publicitada contra los CFC. Las empresas acordaron dejar de fabricar los productos químicos a fines de la década de 1970, y ahora es ilegal vender productos con CFC en los Estados Unidos.
El Protocolo de Montreal de 1987 también fue una pieza histórica de la legislación que prohibió el uso de CFC en todo el mundo, y los científicos estiman que el 90 por ciento de la eliminación de CFC está completa.
En lugar de los CFC, los aerosoles ahora usan hidrocarburos y gases comprimidos, como el óxido nitroso, como propelentes. Estos químicos son gases de efecto invernadero y contribuyen al efecto de calentamiento global. También contienen compuestos orgánicos volátiles que liberan ozono a la atmósfera inferior y lo agregan al smog.