El significado principal de la crisis de Suez es que marcó el final del papel de Gran Bretaña como potencia mundial. La crisis también representó el principio del fin del Imperio Británico.
En 1956, se anunció la nacionalización del Canal de Suez en represalia a Estados Unidos y Gran Bretaña, que rechazaban un acuerdo para financiar la construcción de la Presa de Aswan. Se ofrecieron diferentes soluciones diplomáticas entre Estados Unidos, Gran Bretaña y Egipto, pero ninguna pudo acordarse. En octubre de 1956, se formó un plan secreto en el que las fuerzas israelíes invadirían Egipto. Esto permitiría que las fuerzas británicas y francesas se apoderen del Canal en un esfuerzo por intervenir entre las naciones en guerra.
Estas acciones de Gran Bretaña fueron denunciadas por la URSS, los Estados Unidos y las Naciones Unidas. En última instancia, se llamó a un alto el fuego debido a la pérdida del respaldo estadounidense de una economía británica que ya era débil. La opinión pública entre los británicos estaba profundamente dividida sobre la decisión de usar la fuerza en la recuperación del Canal de Suez. La debacle le costó a Anthony Eden, el entonces primer ministro de Gran Bretaña, su trabajo. En estado de salud, renunció el 9 de enero de 1957 y fue reemplazado por Harold Macmillan al día siguiente.