La crisis de los rehenes iraníes fue un momento crucial en las relaciones entre Estados Unidos e Irán que significó el fin de la influencia de Estados Unidos en el país y la consolidación de un movimiento islamista anti-estadounidense. Estableció al ayatolá Ruhollah Jomeini como un líder poderoso y debilitó significativamente la política exterior del presidente Jimmy Carter. El incidente también sirvió como punto de inflamación para la hostilidad entre los dos países que duró décadas.
La crisis de los rehenes y sus consecuencias también tuvieron un efecto importante en el panorama político estadounidense. La administración de Carter planeó la Operación Eagle Claw para rescatar a los rehenes estadounidenses utilizando una flota de helicópteros. Sin embargo, cuando las fuerzas intentaron encontrarse en el desierto, una tormenta de arena anormal, fallas mecánicas y accidentes causaron que los comandantes suspendieran la misión. El incidente avergonzó a la administración Carter y fortaleció aún más a Jomeini, quien lo atribuyó a la intervención divina.
Después de que Irak invadió Irán en 1980, Irán se volvió más receptivo a una solución negociada a la crisis. A lo largo del verano, ambas partes intentaron encontrar un terreno común. Finalmente, Irán acordó liberar a los rehenes a cambio del descongelamiento de los activos iraníes y la promesa de no interferir en el futuro político del país. Ronald Reagan ganó las elecciones presidenciales ese año, en parte debido a su promesa de no negociar con Irán. Sin embargo, el momento de la liberación de los rehenes, que coincidirá con la inauguración de Reagan para darle el "crédito" por su regreso, ha estimulado teorías de conspiración sobre la participación de su campaña en las negociaciones.