La cultura ideal abarca los valores y las normas que exige una cultura, mientras que la cultura real incluye los valores y las normas que se practican. Existe una gran brecha entre los valores que se practican y los que se deben practicar.
Con una cultura ideal, una sociedad tiene un estándar de valores idealizado y sin compromisos que define la conducta perfecta. Es un sistema de valores que diferencia el derecho del mal en términos precisos. La cultura real, por otro lado, define valores que son adaptables. Si bien lo correcto y lo incorrecto están separados, hay excepciones prácticas a casi todas las reglas.
La brecha entre la cultura ideal y la real es evidente en la forma en que se observa el valor de la igualdad. En la sociedad moderna, la igualdad se enfatiza como un valor importante. Sin embargo, las situaciones de la vida real, como las mujeres que ganan menos que los hombres y las minorías que están marginadas, demuestran que la igualdad es parte de la cultura ideal. En la cultura ideal, no habría accidentes automovilísticos, asesinatos o discriminación racial, todo lo cual es una realidad cotidiana.
La idealización de la cultura también implica el etnocentrismo, la tendencia a observar y juzgar la cultura extranjera desde el propio punto de vista. El etnocentrismo tiene una connotación negativa y es la base sobre la cual una sociedad puede juzgar a otra como primitiva o supersticiosa.