Cuando la muerte se produce en horas o días, las personas a menudo evitan comer y beber, y sus sistemas de excreción se ralentizan considerablemente, según WebMD. El dolor a veces aumenta y la respiración se vuelve dificultosa o irregular. El pulso y el latido del corazón son débiles y erráticos.
En unos pocos meses previos a la muerte, los pacientes moribundos duermen más y consumen menos, explica WebMD. Tienden a evitar actividades y personas favoritas.
Una o dos semanas antes de la muerte de los pacientes con enfermedades terminales, a menudo tienen más dolor, advierte WebMD. El apetito y la sed disminuyen, al igual que la producción de intestino y vejiga. Se producen cambios en los patrones de sueño, presión arterial, frecuencia respiratoria, frecuencia cardíaca y temperatura corporal. Los pacientes están constantemente cansados y en ocasiones confundidos. La respiración se congestiona. Los adultos no hablan tanto, pero a menudo los niños son más habladores.
La muerte inminente también está marcada por una caída en la temperatura corporal, y los pies y las manos se vuelven azulados, afirma WebMD. Los ojos se desgarran o se desenfocan. El individuo se desplaza entre la conciencia y la inconsciencia. Algunos pacientes sufren confusión o alucinaciones, mientras que otros son muy tranquilos y conscientes.
Las señales y los plazos varían dependiendo de la salud general, la enfermedad o lesión, y la medicación que se usa, revela la Hospice Foundation of America. Incluso en las etapas finales de la muerte, algunas personas son conscientes de su entorno, porque la audición a menudo no se ve afectada hasta el final.