El golpe fatal a Julio César fue dado por el senador Servilius Casca el día del asesinato de César. Este asalto fue seguido por los golpes de varios otros senadores que llevaron a la muerte de César.
Una conspiración que involucró a más de 60 nobles surgió para asesinar a Julio César. Cassius Longinus diseñó el asesinato, y Servilius Casca estuvo involucrado, al igual que el llamado protegido de César Marcus Brutus. Cuando César ingresó en el senado romano, despachó su fuerza de seguridad y posteriormente fue apuñalado por otros senadores romanos, entre ellos Servilius Casca y Brutus, el último de los cuales supuestamente llevó su cuchillo a la ingle de César. Tras la muerte de César, su hijo adoptivo, Octavio, quedó a cargo de Roma. Persiguió a Casio y Bruto, y los hombres finalmente se suicidaron cuando Octavio los derrotó en la batalla de Filipos en Grecia.