Aunque diferente a las revoluciones sociales, como las revoluciones francesa y rusa, la revolución americana puso en marcha una serie de cambios gubernamentales, legislativos y sociales que resultaron ser monumentales. Después de la derrota de Inglaterra, Estados Unidos se convirtió en la primera república moderna, un concepto revolucionario, y el mundo observó ansiosamente este experimento en democracia.
Las consecuencias más revolucionarias de la Guerra de Independencia se reflejaron más allá del objetivo inicial del conflicto de liberarse de la monarquía inglesa. El nuevo gobierno republicano demostró una nueva forma de gobierno y alentó la participación de un número mucho mayor de ciudadanos, lo que contribuyó al crecimiento y el poder de la clase media.
La ideología y la retórica que surgieron de la Revolución Americana también se convirtieron en el marco de un gran número de movimientos sociales. Inmediatamente después de la revolución, las mujeres utilizaron el concepto de maternidad republicana para legitimar su posición en la sociedad, y los abolicionistas basaron sus argumentos contra la esclavitud en la famosa declaración de igualdad que se encuentra en la Declaración de Independencia. En el siglo XX, los movimientos políticos y sociales continuaron recurriendo a los comienzos revolucionarios de la nación para obtener legitimidad; Las activistas del sufragio femenino, los derechos civiles y los movimientos feministas evocaron el lenguaje de la libertad, la democracia y la igualdad para enmarcar sus demandas de reconocimiento.