Una cosa que no vive ya no vive o nunca ha tenido los rasgos de la vida, incluida la respiración, la reproducción, el movimiento, el metabolismo, la sensibilidad y el crecimiento. Las cosas que no viven no requieren energía para continuar existiendo en su estado actual.
Tanto las cosas muertas como los objetos que nunca estuvieron vivos constituyen la categoría de cosas no vivas. Otra característica de los seres vivos que suelen tener es la capacidad de reaccionar a su entorno. Un ser vivo tiene sensibilidad al ambiente que lo rodea y puede reaccionar en consecuencia. Las cosas que no viven como las rocas, la arena y los animales muertos carecen completamente de esta habilidad. Las cosas no vivas que nunca estuvieron vivas a menudo carecen de componentes orgánicos.
El carbono es la base de toda la vida en la Tierra, por lo que si algo no está hecho de carbono y otros componentes orgánicos, es probable que no sea un ser vivo. La locomoción, o movimiento, es también una firma clave de la vida. Los objetos que no viven se quedan en un lugar y rara vez se mueven por su propio poder. Un automóvil, por ejemplo, requiere energía externa en forma de gasolina y un conductor para poder moverse. Tampoco tienden a crear energía a menos que se les agregue energía. Hay excepciones, por lo que la imagen completa es importante cuando se determina si algo está vivo o no.