El presidente William McKinley no pudo evitar la guerra con España porque muchos estadounidenses estaban a favor de ayudar a los rebeldes en Cuba a derrocar a los españoles. Los medios de comunicación, el hundimiento del USS Maine y la lenta respuesta del gobierno español a la diplomacia lo presionan para pedirle al Congreso que declare la guerra.
Los rebeldes cubanos intentaron por primera vez obtener la independencia en 1895, un año antes de que McKinley asumiera la presidencia. Los rebeldes operados fuera de los Estados Unidos y algunos intereses privados estadounidenses les proporcionaron respaldo financiero. El gobierno colonial español sofocó la rebelión y puso rebeldes capturados en campos de concentración, donde muchos murieron. Los periódicos, dirigidos por Randolph Hearst, apoyaron la causa de los rebeldes y describieron a McKinley como débil por no intervenir en Cuba.
Las explosiones hundieron el USS Maine y mataron a 255 hombres en febrero de 1898. Los estadounidenses culparon a los españoles, aunque la causa resultó ser municiones defectuosas en el barco. Aunque McKinley intentó negociar una resolución pacífica, España no respondió con la suficiente rapidez y la demanda de guerra se hizo demasiado grande para que McKinley la ignorara. En abril, el Congreso declaró la guerra a España y la guerra hispanoamericana duró hasta agosto. Después de la guerra, los Estados Unidos siguieron políticas de asuntos exteriores que los historiadores ahora ven como imperialistas.