Los gobernantes romanos se opusieron al cristianismo porque los gobernantes creían que eran dioses y querían que todas las personas los vieran como dioses, lo cual no ocurriría si la gente creyera en un solo dios a través del cristianismo. La disminución del estatus divino de los gobernantes romanos significaría que tendrían menos poder en las vidas de las personas.
En el 64 dC, el emperador romano Nerón intentó culpar a los cristianos cuando hubo un incendio en Roma. Nero hizo esto para evitar la culpa. Cuando Plinio el Joven llegó al poder, les dijo a sus soldados que los cristianos no eran una amenaza y que no deberían sufrir daños a menos que alguien los criticara en un foro público y no abandonaran sus creencias.