La presión ambiental es otro término para la selección natural, un proceso que alienta a algunos genes a sobrevivir porque son propicios para el medio ambiente mientras que otros mueren. Este proceso hace que una especie distinta evolucione lentamente con el tiempo.
El medio ambiente es un factor importante en la evolución de las especies. En muchos casos, los genes que han sobrevivido una y otra vez son adaptables al cambio climático y ambiental. Por ejemplo, los humanos evolucionaron a un movimiento vertical porque caminar erguido era más propicio para sobrevivir en una variedad de entornos. Los genes que presentaron este movimiento vertical fueron transmitidos de padres a hijos a través de la selección natural. Un proceso similar causó la evolución de la destreza manual, comenzando con la capacidad de hacer herramientas con piedras y empuñar esas herramientas.
Como otro ejemplo, los caballos que podían alimentarse tanto de la hierba como de las hojas reemplazaron a aquellos ancestros que solo se alimentaban de la hierba porque los primeros podían sobrevivir con una variedad de alimentos cuando la hierba escaseaba. Estaban mejor preparados para sobrevivir.
Parte de la selección natural es la aptitud biológica. La selección natural y la evolución no funcionan a menos que un organismo pueda vivir lo suficiente como para reproducirse, la definición de aptitud biológica. La reproducción crea organismos que tienen una variedad de rasgos, ya sea como mutaciones genéticas o combinaciones de genes de dos padres diferentes. Al mismo tiempo, más organismos nacen y luego pueden sobrevivir, por lo que es necesario que los más aptos para sobrevivir con las combinaciones de genes más eficaces lo hagan. Mientras tanto, los más débiles no sobreviven, al no transmitir sus genes.