La adaptación conductual es el proceso mediante el cual un organismo o una especie cambia su patrón de acción para adaptarse mejor a su entorno. Se contrasta con la adaptación estructural, que es la aparición de características físicas que confieren una ventaja a una especie.
Cualquier comportamiento que ayude a asegurar la supervivencia de un organismo específicamente, y su especie en general, puede considerarse una adaptación conductual, por lo que son numerosos los ejemplos de adaptación conductual. Dos adaptaciones conductuales opuestas comunes son la diurnidad y la nocturna, que se refieren a estar activo durante el día y durante la noche, respectivamente. Una especie podría sobrevivir mejor cuando está activa en la noche porque, por ejemplo, puede esconderse mejor de los depredadores. Sin embargo, las adaptaciones de comportamiento no tienen por qué resultar directamente en mayores tasas de supervivencia y reproducción. Por ejemplo, las moscas hembra de la fruta tienen más probabilidades de aparearse con machos que expresan rasgos inusuales. Si bien este comportamiento no ayuda al éxito de los organismos individuales, ayuda a asegurar la diversidad genética y, por lo tanto, el éxito de la especie en su conjunto.
A diferencia de otras adaptaciones, sin embargo, las adaptaciones de comportamiento no siempre son hereditarias. En muchos casos, se aprenden. Un ejemplo comúnmente observado de esto es la diferencia entre las poblaciones de animales que viven en la naturaleza y las que viven entre los humanos. Las aves silvestres tienden a ser asustadizas alrededor de las personas, pero las aves que viven en áreas urbanas a menudo se vuelven menos temerosas cuando ven a las personas como fuentes de alimento. Esto también es una adaptación de comportamiento, pero se aprende, no se hereda.
