El efecto directo del escándalo de Watergate fue la renuncia de Richard Nixon como presidente de los Estados Unidos. Varios ayudantes de Nixon fueron enviados a una prisión federal. Posteriormente, el Congreso aprobó varias leyes relativas al financiamiento de campañas, la ética gubernamental y la libertad de información. Un efecto a largo plazo fue la desconfianza generalizada del público estadounidense en la presidencia y en las instituciones políticas de la nación en general.
El primer allanamiento de Watergate ocurrió en mayo de 1972, cuando miembros del Comité de Nixon para reelegir al presidente robaron la sede del Comité Nacional Demócrata en el edificio de Watergate, atascando los teléfonos y robando documentos de alto secreto. En junio, los ladrones regresaron, ya que las escuchas telefónicas no funcionaban correctamente. Esta vez la policía los atrapó en el acto y los detuvo.
El presidente Nixon negó cualquier conocimiento del robo y, como resultado, ganó las elecciones de 1972 por un deslizamiento de tierra. Las investigaciones y las cintas secretas de la Casa Blanca revelaron después que trató de encubrir los robos mediante el pago de sobornos, impedir la investigación del FBI, despedir a funcionarios del gobierno y destruir pruebas.
Frente a cierto juicio político, Nixon renunció el 8 de agosto de 1974. Poco después de su juramento, Gerald Ford, el nuevo presidente y ex vicepresidente de Nixon, perdonó a Nixon por los delitos cometidos mientras estaba en el cargo. El público estadounidense estaba indignado, y los comentaristas políticos consideraron que fue un factor importante para que Ford perdiera las elecciones presidenciales de 1976 ante Jimmy Carter.