Los rayos X fueron descubiertos en 1895 por Wilhelm Conrad Roentgen. Para 1896, los médicos del campo de batalla estaban usando rayos X para localizar balas en los soldados heridos. Los rayos X se utilizaron principalmente en medicina y odontología hasta 1912. Cuando William Coolidge inventó los tubos de alto vacío, que producían hasta 100,000 voltios, los voltajes más altos producían rayos de poder de penetración adecuados para aplicaciones industriales.
En 1922 se creó un tubo de rayos X de 200,000 voltios que permitió que se produjeran radiografías de piezas gruesas de acero en un tiempo razonable. En 1931, General Electric Company desarrolló generadores de rayos X de 1.000.000 voltios, lo que proporcionó una herramienta eficaz para la radiografía industrial. Ese mismo año, la Sociedad Americana de Ingenieros Mecánicos (ASME) permitió la aprobación de rayos X de los recipientes a presión soldados por fusión, abriendo aún más la puerta al uso industrial. En 1975, Robert Ledley patentó el escaneo CAT, utilizando rayos X en un patrón en espiral para compilar múltiples imágenes del cuerpo en "rebanadas" de 3.5 milímetros de distancia.
La primera advertencia de posibles efectos adversos de los rayos X vino de Thomas Edison, William J. Morton y Nikola Tesla, quienes informaron irritaciones en los ojos por la experimentación con rayos X y sustancias fluorescentes. Hoy en día, los efectos secundarios negativos de la radiación han sido investigados a fondo. Los niveles de radiación están especificados y controlados, por lo que los usos médicos, científicos e industriales pueden continuar con riesgos no mayores que cualquier otra tecnología.