El ejercicio hace que las células musculares se contraigan más rápido y requieren más oxígeno para descomponer la glucosa en energía. La Asociación de la Industria Farmacéutica Británica, o ABPI, afirma que para obtener oxígeno, la frecuencia respiratoria y el volumen aumentan rápidamente, lo que también ayuda a eliminar el dióxido de carbono producido.
Si la respiración aeróbica no proporciona suficiente oxígeno para la energía, el ABPI explica que los músculos inician el proceso de respiración anaeróbica. En lugar de producir dióxido de carbono, la respiración anaeróbica produce ácido láctico. Para descomponer el ácido láctico en dióxido de carbono y agua, el cuerpo necesita más oxígeno, lo que hace que la frecuencia respiratoria se mantenga alta incluso después de detener el ejercicio.
El ejercicio continuo hace que la frecuencia respiratoria en reposo disminuya, de acuerdo con el ABPI. A medida que el cuerpo se vuelve más en forma, los pulmones se hacen más grandes, más eficientes y aumentan el suministro de sangre, lo que resulta en tiempos de recuperación más rápidos. Algunos atletas optan por hacer ejercicio en altitudes más altas que tienen un efecto similar en las tasas de respiración, con la esperanza de obtener una ventaja cuando compiten al nivel del mar.
La frecuencia respiratoria se controla automáticamente a través de sistemas voluntarios e involuntarios, según la Universidad de Nuevo México. El centro respiratorio mide el balance de dióxido de carbono y oxígeno en la sangre, y un exceso de dióxido de carbono crea una señal para aumentar la frecuencia respiratoria. Sin embargo, los cantantes, músicos y atletas demuestran un control voluntario sobre su respiración durante cortos períodos de tiempo.