Los materiales con una densidad inferior a la del agua pueden flotar en el agua. De acuerdo con el principio de Arquímedes, los objetos generan una fuerza de flotación igual a la cantidad de líquido que desplazan. Los materiales menos densos que el agua generan suficiente fuerza de flotación para mantenerlos a flote.
Los materiales que están sumergidos en un líquido experimentan diferentes presiones hidrostáticas en sus superficies superiores e inferiores debido a la diferencia en la presión del agua a diferentes profundidades. La superficie inferior es empujada hacia arriba por la presión hidrostática más que la superficie superior es empujada hacia abajo. Esto se traduce en una fuerza de flotabilidad neta hacia arriba. Cualquier material sumergido parcial o totalmente en un fluido experimenta este efecto de flotabilidad hasta cierto punto. Algunos materiales flotan, mientras que otros se hunden, porque los materiales flotantes son capaces de generar una fuerza de flotación suficiente para flotar en el fluido que desplazan. Cuanto menos sumergido esté el material para que flote en el fluido, mayor será la fuerza de flotación correspondiente que actúa sobre él. Debido a que la fuerza de flotación es proporcional al volumen del fluido desplazado, cuanto menos denso sea un material, mayor será el efecto de esta fuerza de flotación. Esto se debe a que los materiales menos densos tienen menos peso que deben ser contrarrestados por la fuerza de flotación generada por sus volúmenes más grandes.