Los efectos agudos del éter en los seres humanos incluyen parálisis respiratoria, intoxicación y sedación, junto con grietas en la piel y otros problemas dermatológicos, mientras que la exposición prolongada induce fatiga, mareos y trastornos del sistema nervioso. El éter se clasifica Como sustancia tóxica, produce efectos adversos por contacto e ingestión. También causa irritación en los ojos y la piel, pero los efectos generalmente duran temporalmente y desaparecen al cesar la exposición.
El éter no contiene un color distinto, pero produce un olor fuerte. Cuenta con un alto nivel de inflamabilidad y reacciona fácilmente con muchas sustancias. Su alto nivel de reactividad hace que el manejo y almacenamiento apropiados sean cruciales. Esta sustancia garantiza su uso controlado y supervisado en laboratorios, ya que se encuentra entre las sustancias químicas más inflamables y volátiles. Aunque potencialmente peligroso en entornos de laboratorio, la naturaleza altamente explosiva del éter lo hace ideal para crear sustancias explosivas como fuegos artificiales. El éter reacciona con agua y oxígeno, y requiere el almacenamiento en recipientes herméticamente cerrados. El éter produce algunos efectos nocivos en los seres humanos, pero generalmente solo en dosis altas y con exposición excesiva. Ningún estudio hasta la fecha correlaciona la exposición al éter con el desarrollo de cáncer. Del mismo modo, ningún estudio relaciona el éter con problemas reproductivos. Para evitar reacciones violentas y toxicidad, las personas deben tener cuidado al manejar el éter, seguir los protocolos y usar equipo de protección.