La Iglesia de Inglaterra fue establecida por la reina Isabel como parte del asentamiento religioso isabelino en 1558. El asentamiento estaba destinado a crear estabilidad para la nación y el gobierno, desde la tensión entre el catolicismo y el protestantismo.
La visión de la reina Isabel era crear una religión estatal, a fin de separar a la nación de las influencias extranjeras. El acuerdo fue una forma de moderar las relaciones con los países circundantes, como la Francia y España predominantemente católicas, así como con los holandeses protestantes. La Iglesia de Inglaterra también otorgó a Inglaterra su propia independencia, ya que no tendría que suceder ante las presiones religiosas de otros países.