Los organismos deben llevar a cabo la respiración para convertir la glucosa en energía utilizable. Cuando los organismos consumen alimentos, el cuerpo selecciona las moléculas de glucosa para convertirlas en energía. Sin embargo, primero debe ocurrir la respiración para transformar estas moléculas en trifosfato de adenosina o ATP.
La forma más eficiente de respiración se produce cuando hay oxígeno disponible para oxidar la glucosa. La respiración en presencia de oxígeno se llama respiración aeróbica. Las células utilizan este oxígeno para cambiar las moléculas de glucosa en dióxido de carbono, agua y ATP. El dióxido de carbono y el agua son productos de desecho que se eliminan del sistema, mientras que el ATP es la fuente de energía primaria utilizada por el organismo. Este proceso es el motivo por el cual los animales necesitan inhalar oxígeno y exhalar dióxido de carbono.
La respiración aeróbica consta de cuatro etapas distintas: glucólisis, en la que se produce la descomposición inicial de la glucosa y se genera una pequeña cantidad de ATP; la formación de acetil CoA, cuando los grupos acetilo se forman a partir de la glucosa descompuesta y se generan iones NAD + cargados positivamente; el ciclo de Krebs o el ciclo del ácido cítrico, cuando la acetil CoA se oxida para producir dióxido de carbono y el NAD se convierte en NADH; y el transporte de electrones, cuando la salida final de la respiración se une, dando como resultado una gran producción de energía y productos de desecho.
La respiración anaeróbica ocurre cuando no hay oxígeno disponible. Esta forma de respiración conduce la glucólisis para producir pequeñas cantidades de energía y ácido láctico.