Cincinnatus fue un héroe de la República Romana porque voluntariamente decidió renunciar a sus poderes como dictador cuando completó las tareas asignadas a él. En lugar de convertirse en un tirano, volvió a su simple Granja para mantener a su familia. Por estas acciones, la República romana lo aclamó como la encarnación de las virtudes de la simplicidad y el amor altruista por la república.
Aunque provenía de la clase patricia rica y poderosa, Cincinnatus se vio obligado a pagar una gran multa cuando su hijo se saltó la fianza. Esto dejó a Cincinnatus con nada más que una pequeña casa de campo y una granja con la que proporcionó a su familia. En varias ocasiones, sin embargo, se desempeñó en posiciones de gran alcance. Por ejemplo, fue cónsul en 460 a. C., y aunque hizo un trabajo efectivo, se negó a cumplir otro término ya que hacerlo violaría la ley.
Dos años más tarde, en 458 a. C., los romanos lo nombraron dictador y le pidieron que salvara a un ejército romano que estaba atrapado por los aequi, una tribu vecina. Su ejército venció a los Aequi en poco tiempo, y 16 días después de su nombramiento como dictador, regresó a su granja para continuar trabajando en lugar de consolidar el poder y gobernar Roma. Cincinnatus quiso que la abdicación de un gran poder fuera importante para los romanos, que se enorgullecían del hecho de haberse librado de una monarquía para establecer un sistema de gobierno más equitativo.