Los federalistas creían en un gobierno central fuerte y su participación proactiva en el comercio. En general, los federalistas eran elitistas que se oponían a las medidas para democratizar la política estadounidense. En el ámbito de las relaciones internacionales, los federalistas eran admiradores de Gran Bretaña y detractores de los franceses.
History.com explica que la mayoría de los federalistas favorecieron a un gobierno nacional activo y un ejecutivo fuerte por encima de los derechos de los estados. Mientras que los republicanos jeffersonianos eran en su mayoría agrarios, los federalistas eran a menudo banqueros, financieros, comerciantes y fabricantes. La política federalista requería altos aranceles y un comercio abierto con Gran Bretaña. La fiesta fue más popular en Nueva Inglaterra, aunque también tuvo bases sólidas en Virginia y Carolina del Sur. La mayor concesión a la expansión del comercio y la manufactura en el Norte fue el establecimiento del Banco de los Estados Unidos, una corporación independiente que en la práctica actuó como un monopolio del sector bancario patrocinado por el estado.
En contraste con sus oponentes, los republicanos, que estaban preocupados por la libertad y la tiranía desdeñosa, los federalistas favorecían el orden y el progreso mientras aborrecían la anarquía. Estaban muy desconcertados por la Revolución Francesa y temían que una revolución similar pudiera ocurrir en los Estados Unidos. Fue esta línea de pensamiento la que contribuyó al pasaje de John Adams de las controvertidas Leyes de extraterrestre y sedición.