Una molécula polar se caracteriza por la distribución desigual de los electrones que forman los enlaces covalentes entre cada átomo en la molécula, lo que resulta en un lado con carga ligeramente positiva y un lado con carga ligeramente negativa. Esto ocurre debido a las diferencias en electronegatividad entre los átomos de diferentes elementos.
El agua, o H2O, es un ejemplo de una molécula polar. El átomo de oxígeno en la molécula de agua tiene una electronegatividad mayor que los átomos de hidrógeno a los que está unido covalentemente, lo que resulta en un cambio de dipolo donde el enlace se carga negativamente en el extremo de oxígeno y se pesa positivamente en el extremo de hidrógeno. El cambio en las cargas eléctricas dentro de la molécula es sutil y da como resultado una estructura general equilibrada eléctricamente con una forma doblada no lineal. La forma de la molécula es tan importante como las cargas asociadas con cada extremo cuando se trata de determinar si una molécula es polar o no.
En el caso del dióxido de carbono o el CO2, las cargas se distribuyen de manera desigual entre el átomo de oxígeno y los átomos de carbono, pero la molécula tiene una forma lineal, por lo que los desplazamientos del dipolo se equilibran entre ambos extremos y dan como resultado Una molécula no polar. Las interacciones intermoleculares pueden ocurrir entre las moléculas polares debido a los cambios de dipolo y las cargas ligeras asociadas con cada extremo. En el caso del agua, el extremo cargado negativamente de una molécula de agua interactúa con otras moléculas de agua al atraer débilmente los extremos cargados positivamente y repeler los extremos cargados negativamente.