Un platero en el siglo XIX fue considerado como un artista o escultor. Hicieron una amplia gama de artículos, desde los prácticos, como los cubiertos o los juegos de servicio, hasta los decorativos, incluidos los marcos para espejos y cuadros. Un platero colonial estadounidense requería experiencia y habilidad para tener éxito en su oficio.
El comercio de plata se consideraba un comercio de lujo, ya que la mayoría de los hogares estadounidenses en ese momento compraban artículos de madera, peltre u otros materiales más baratos, porque no podían pagar la plata más cara. Los plateros también enfrentaron otros desafíos, como encontrar plata sin terminar para trabajar, ya que Inglaterra solo permitía la importación de piezas terminadas. Muchos plateros se vieron obligados a ordenar piezas terminadas de Inglaterra para venderlas en Estados Unidos, y en ocasiones tuvieron que vender artículos que no estaban relacionados con su comercio para llegar a fin de mes.
Entre Boston, Nueva York y Filadelfia, había unos 400 orfebres estadounidenses talentosos trabajando en su oficio antes de 1800, y casi todas las ciudades de las 13 colonias originales tenían al menos un platero que trabajaba. Incluso Paul Revere era un orfebre como su padre antes que él, y se hizo cargo del negocio familiar después de la conclusión de la Guerra Francesa e India.