El resultado significativo más ampliamente documentado de la Revolución rusa de 1917 es la caída del Imperio ruso y el comienzo del socialismo marxista bajo Vladimir Lenin y sus revolucionarios bolcheviques. Esto marcó el comienzo de un nuevo Era en Rusia, especialmente en relación con sus relaciones políticas y económicas con otros estados-nación.
La revolución rusa acabó con el gobierno de una dinastía que había durado trescientos años. En los años anteriores a la revolución de 1917, el zar Nicolás II se había vuelto cada vez más impopular entre la mayoría de la clase trabajadora, que padecía pobreza y hambre. Aunque la lucha de clases había estado marcada durante mucho tiempo por conflictos temporales pero frecuentes entre los trabajadores y la policía, alcanzó un punto crítico en 1917 cuando un "motín de pan" espontáneo se convirtió en una protesta revolucionaria a gran escala. Como resultado de este motín, el Zar se retiró del poder.
En los años siguientes, Rusia se convirtió en un símbolo de la propagación del comunismo en todo el mundo.