Los experimentos controlados son importantes porque permiten que el experimentador elimine la incertidumbre durante un experimento, asegurando que los resultados sean confiables. En un experimento controlado, cada variable, excepto la que se está probando, se mantiene constante, lo que elimina posibilidad de que los resultados se deban a un factor no controlado.
En un experimento controlado, el investigador crea dos grupos separados, el grupo de control y el grupo experimental. El grupo de control no recibe el tratamiento o el fármaco, mientras que el grupo experimental recibe el tratamiento. Este tipo de configuración le permite al investigador medir la diferencia en las respuestas entre los dos grupos, lo que facilita saber si el tratamiento experimental causó los resultados observados.
Un tipo de experimento controlado denominado experimento aleatorio doble ciego, en el que los participantes se asignan a un grupo de control o un grupo de prueba sin saber qué individuos están en qué grupo, se considera la forma más rigurosa y confiable de probar nuevos tratamientos o medicamentos.
En algunos casos, como en los experimentos con pacientes humanos, los experimentos completamente controlados no son realmente posibles ya que los participantes no son biológicamente idénticos. Sin embargo, los científicos generalmente intentan controlar tantas variables como sea posible en ensayos clínicos con seres humanos. También utilizan grandes grupos de participantes en el estudio para controlar otros factores que podrían afectar los resultados.