La teoría de la tectónica de placas, antes conocida como la teoría de la deriva continental, está bien respaldada en geología, geografía y biología. Tiene el poder de explicar muchos fenómenos, como los volcanes y los terremotos. La teoría proporciona un modelo de trabajo para el análisis de los fenómenos que los científicos observan. Este poder explicativo es, en sí mismo, una fuerte evidencia de que la teoría es correcta.
La teoría de la tectónica de placas postula que los continentes y las cuencas oceánicas de la corteza terrestre descansan sobre grandes placas que se arrastran continuamente sobre material semifundido justo debajo de ellas. En los lugares donde estas placas se encuentran, las planicies continentales más ligeras se deslizan bajo los densos y pesados fondos del mar. En otros lugares, el nuevo fondo marino se crea a partir de frecuentes erupciones volcánicas. Estos fenómenos se observan con los terremotos que se agrupan alrededor de los límites conocidos de las placas y la nueva corteza se empuja hacia arriba en las cordilleras del medio océano.
Otra observación que apoya la teoría es que, en algunos lugares, las masas de tierra parecen como si pudieran encajar como piezas de rompecabezas. El ejemplo clásico de esto es la forma en que América del Sur parece encajar en la brecha en la costa oeste de África. En la inspección, se han encontrado vetas de mineral que corren continuamente hacia la costa en estas áreas, solo para detenerse en la orilla del mar y reaparecer en el otro lado del océano. Las poblaciones de animales, como los monos del Viejo y Nuevo Mundo, también se distribuyen a través de estas brechas, como si los continentes se hubieran separado.