Las plaquetas, o trombocitos, son producidas en la médula ósea por células gigantes llamadas megacariocitos. Cuando los megacariocitos alcanzan su tamaño completo, comienzan a desmoronarse y liberan cientos de plaquetas pequeñas. La hormona trombopoeitina (TPO) controla el crecimiento de los megacariocitos y la producción de plaquetas.
Los megacariocitos maduros producen cuerpos protoplaquetarios dentro de su citoplasma, luego los liberan en el torrente sanguíneo a través de procesos llenos de cintas de plaquetas o liberando las plaquetas en la cavidad de la médula ósea por fractura. La TPO desencadena el crecimiento y la fractura de los megacariocitos y, por lo tanto, controla la producción de plaquetas. Los niveles altos de hormonas TPO estimulan el crecimiento de más megacariocitos y, a medida que estas células maduran, se fracturan para crear más plaquetas.
La producción de plaquetas se controla mediante un circuito de retroalimentación. El aumento en el número de plaquetas causa una disminución en la TPO a medida que las plaquetas circulantes se unen a la TPO producida en el hígado, los riñones y la médula ósea, lo que causa que los niveles de TPO caigan y la producción de plaquetas disminuya. Los errores en esta retroalimentación provocan anomalías en el recuento de plaquetas, conocidas como trombocitopenia (recuento de plaquetas bajo) o trombocitosis (recuento de plaquetas alto).
La masa total de plaquetas permanece constante en una persona, aunque el número total de plaquetas varía. A medida que aumenta el tamaño de las plaquetas, el número de plaquetas disminuye. El tamaño de las plaquetas está determinado por el número de piezas en las que se fracturan los megacariocitos, que pueden ser muchas piezas pequeñas o menos piezas grandes.