El injerto óseo dental se realiza asegurando el material del injerto a la mandíbula de una persona y permitiendo que su hueso natural se fusione con él. El área se adormece con anestesia local, y el material del injerto se sujeta a la mandíbula con puntos o tornillos, de acuerdo con la Academia Americana de Odontología de Implantes.
Según Creighton University, existen dos tipos principales de injertos óseos dentales. Los cirujanos orales o periodoncistas pueden realizar extensos injertos óseos que requieren varios meses para madurar antes de poder colocar un implante. El segundo tipo se puede realizar al mismo tiempo que el implante, pero requiere que el paciente tenga suficiente hueso natural para apoyarse. Después del procedimiento, al paciente se le prescriben antibióticos y medicamentos para el dolor, si es necesario, y se le indica que no debe estresar el área y evitar ciertos alimentos, de acuerdo con la AAID. Los injertos óseos dentales son procedimientos ambulatorios, y el paciente generalmente puede volver a sus rutinas diarias y trabajar de inmediato.
El material para el injerto puede provenir de hueso tomado directamente del paciente, hueso humano de un banco de tejidos, hueso animal que ha sido esterilizado o un sustituto de hueso mineral sintético, según los cirujanos maxilofaciales de Connecticut. El cuerpo del paciente reemplaza lentamente el material del injerto con su propio material óseo.