La energía no se puede crear, de acuerdo con la ley de conservación de la energía, que se publicó por primera vez en un artículo científico de 1842 por el físico alemán Julius Mayer. Basándose en el mismo principio, la energía no puede ser destruido tampoco. En un sistema aislado, la energía puede transformarse de una forma a otra, pero la cantidad total de energía dentro del sistema permanece constante.
Un sistema que está completamente separado de su entorno posee propiedades mecánicas inmutables, que se conocen como "constantes del movimiento". Esta observación fundamental es la base de las leyes de conservación en la física, específicamente en el campo de la mecánica. El más común entre estas cantidades físicas conservadas es la energía.
La invención de la máquina de vapor a principios del siglo XIX impulsó a los científicos e ingenieros a estudiar los rudimentos de la energía. Aparte de Mayer, Hermann von Helmholtz, James Joule y William Thomson también fueron fundamentales para el desarrollo de la ley de conservación de la energía. A través de una serie de experimentos realizados por estas destacadas figuras científicas, se proporcionaron pruebas adicionales para apoyar la teoría de que la energía no se produce ni se destruye en un sistema cerrado.
Cualquier forma de energía solo se puede convertir a otra forma. Sin embargo, fue Thomson, conocido popularmente como Lord Kelvin, quien descubrió por primera vez que todas las transformaciones de energía implican una pérdida de calor que no se puede recuperar, lo que se incorpora nuevamente al mundo material.