Los primeros asentamientos humanos indígenas en la selva amazónica se basaron en una forma rotativa de agricultura conocida como agricultura clandestina o cultivo de tala y quema. Los indígenas amazónicos despejaron un área pequeña y circular de la densa selva tropical, generalmente entre 2.5 y 5 acres, permitieron que se secara y luego quemaron el área despejada y seca. La quema transformó los nutrientes de la vegetación seca en una capa de fertilizante que permitió el cultivo de cultivos en el suelo que de otra manera no hubieran sido adecuados para la agricultura.
Debido a que los asentamientos indígenas amazónicos eran pequeños y la agricultura de tala y quema se realizaba de forma rotativa, la degradación ambiental era insignificante. A diferencia de la deforestación moderna que tiene lugar en la región, no se produjeron daños irreversibles al medio ambiente.
A partir de 2015, hay cerca de 800,000 habitantes indígenas en la región del Amazonas y la población humana total, que ha aumentado significativamente desde que los primeros colonos europeos comenzaron a explorar el área, es más de 25 millones. Como resultado de la fuerte migración a la región, factores como la tala, la extracción de petróleo y minerales, la ganadería y las represas hidroeléctricas han afectado el medio ambiente de la zona de manera que muchos conservacionistas consideran irreversible.