Los aztecas se adaptaron a su entorno circundante de varias maneras, incluida la creación de jardines flotantes para permitir la producción agrícola en superficies de agua, la construcción de canoas y la creación de diques. Los aztecas vivían en un entorno pantanoso y húmedo en el las cercanías del lago Texcoco, que se encuentra en el valle de México. Los aztecas se encontraron con obstáculos específicos para su entorno, como las frecuentes inundaciones, que requirieron ciertas adaptaciones para permitir que los aztecas sobrevivieran e incluso prosperaran.
En lugar de mudarse a otro lugar para construir tierras más favorables, los aztecas establecieron una ciudad capital justo sobre un gran pantano. Lo hicieron siguiendo las instrucciones de los dioses, quienes ordenaron a los líderes aztecas que se establecieran pacíficamente en las tierras donde descansaba un águila que sostenía una serpiente en su boca. Cuando el águila imaginada apareció a un líder sobre el área pantanosa, los aztecas no tuvieron más remedio que construir en ese lugar. Para atravesar los lagos y lagunas que rodean la nueva patria, los aztecas construyeron canoas y embarcaciones de agua para el transporte. Una gran cantidad de vegetación creció en el clima húmedo, y los aztecas aprendieron qué plantas tenían valor como fuentes de alimento. Identificaron plantas comestibles y también cosecharon plantas para usar en medicamentos. Los aztecas crearon formas rudimentarias pero estables de infraestructura, como diques y muros de contención, para controlar el flujo de las aguas circundantes con fines de agricultura y construcción segura.
Entre las adaptaciones aztecas más singulares se encuentran las chinampas o jardines flotantes. Estos jardines cubrían parcelas específicas de tierra, como sus contrapartes terrestres. Sin embargo, las chinampas funcionaban como islas flotantes y permitían a los aztecas cultivar en tierras de cultivo improvisadas sobre el agua.