El militarismo de Japón y el fascismo europeo de mediados del siglo XX poseían muchas similitudes notables, ya que ambos eran gobiernos autoritarios con tendencias totalitarias. Los militares de las naciones fascistas eran solo una herramienta del gobierno, mientras que los militares del Japón imperial eran la fuerza social y política dominante.
Mientras que el gobierno y los militares japoneses defendían un elemento espiritual en veneración de un emperador vivo, los fascistas europeos eran decididamente laicos. Para los fascistas, el estado era la organización más importante, y las creencias nacionalistas propagandizadas por estos países subrayaron este énfasis.
El ejército de Japón era un medio para un fin, a saber, en la Doctrina Amau, una política para conquistar y gobernar Asia en nombre de la paz.