El acceso a los cuerpos de agua, los cambios climáticos y la formación de la tierra afectan la agricultura y la concentración de los asentamientos humanos. La fertilidad del suelo y un ecosistema equilibrado influyen en la interacción entre los seres humanos y el medio ambiente.
Los humanos necesitan agua para sobrevivir, por lo que tienden a asentarse cerca de áreas con acceso a grandes cantidades de agua. Las lluvias y los cuerpos de agua, como los ríos y lagos, proporcionan a los seres humanos agua limpia para beber, limpiar, la agricultura y las actividades recreativas. La contaminación del suministro de agua y el crecimiento de la población agotan los acuíferos, lo que conduce a la competencia y las enfermedades transmitidas por el agua, especialmente en los países en desarrollo.
Los patrones climáticos en todo el mundo influyen en los asentamientos humanos. Viven en condiciones que favorecen sus estilos de vida y alteran su vestimenta y vivienda de acuerdo con el clima. Además, el clima extremo conduce a áreas escasamente pobladas y limita las prácticas agrícolas; por ejemplo, el clima severo y frío favorece a las plantas que pueden adaptarse a ese ambiente.
Las formaciones de tierra, como montañas y colinas, configuran rutas y redes de transporte, mientras que el movimiento de placas tectónicas en la superficie de la Tierra a veces causa peligros como terremotos que destruyen hábitats, desplazan a los humanos y afectan la disponibilidad de agua.
El suelo fértil desempeña numerosas funciones, como el apoyo a la vida, el reciclaje de nutrientes, la regulación del agua y el apoyo estructural a los edificios. Los humanos extraen minerales y realizan actividades recreativas en el suelo. La infertilidad crea desiertos y conduce a la migración de asentamientos.
Un ecosistema equilibrado se relaciona con mejores productos agrícolas y menos contaminación del aire. La provisión de alimentos, agua segura y aire limpio mejora el bienestar de los organismos vivos.