A partir de 1970, los estomas de las plantas se han dividido en ocho tipos: actinocíticos, anisocíticos, anomocíticos, ciclocíticos, diacíticos, hexocíticos, paracíticos y tetracíticos. Una formación de estomas típica encontrada en los dicotiledóneas o la floración. Las plantas son el tipo anisocítico que se compone de un estoma rodeado por tres células de diferentes tamaños. Los estomas son los poros microscópicos en las capas epidérmicas de las plantas terrestres que les permiten intercambiar oxígeno, un subproducto de la fotosíntesis, por dióxido de carbono.
La presencia de estomas en las partes externas de las plantas terrestres es un factor crítico en su supervivencia. Los poros estomáticos protegen una planta al abrirse y cerrarse en respuesta a los cambios en las condiciones ambientales. En épocas de sequía, por ejemplo, los poros estomáticos se cerrarán para mantener el agua dentro de la planta y para prevenir el marchitamiento y la deshidratación. Al mismo tiempo, los estomas regulan la parte de intercambio de dióxido de carbono y gas oxígeno del proceso respiratorio de las plantas terrestres que desempeña un papel vital en el medio ambiente global.
El desarrollo de estomas en plantas se considera uno de los principales avances evolutivos en el mundo vegetal. Un evento que ocurrió hace unos 400 millones de años, la aparición de estomas en plantas terrestres les permitió sobrevivir y adaptarse al entorno terrestre.
Los estudios de los restos fósiles de las plantas han llevado a la aceptación general de que la densidad y el número de estomas que aparecen en las partes externas de las plantas disminuyen en respuesta a un aumento en la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera.